viernes, 16 de julio de 2010

Mi frío, tu frío

"Ola de frío polar en Buenos Aires" rezan todos los titulares de los noticieros y diarios. Y yo pienso en el frío; en lo que me gusta el frío y en el insulto que eso puede representar para muchos. El frío es un extremo, y dicen que todos los extremos son malos. Algo de razón tienen.
   ¿Por qué me gusta tanto el frío? Y pienso: en realidad no es que me guste el frío en sí sino más bien, ese contraste enorme que genera el reencuentro con el calor. El calor de la oficina bien calefaccionada; el de el bar de la esquina de casa, el que producen en mi cabeza y orejas mis peludos sombreros faroleros, el de mis medias de lana, mis botas de corderito, el de la chimenea que pongo a andar a toda máquina y el de los abrazos desnudos...
   Pero, es cierto. Ningún extremo es bueno. Porque por más que a mí me guste dormir tapada hasta la orejas y darme una ducha de agua hirviendo o tomar una sopa de zucchinis bien caliente, hay mucha gente a la que este frío la trata sin clemencia.
   Esa señora mayor que vi hoy hecha un bollo a los pies de un banco de cemento en una calle de Capital me atravesó el corazón. Estaba bien despierta y frotándose a sí misma mientras yo fantaseaba, desde un taxi "ambiente climatizado", con la nieve que vienen anunciando y que todavía no llega. Apenas un vidrio o una coma separaban su frío del mío. ¿Cómo será el otro frío, el de ella, el perpetuo, ése que no va nunca al encuentro del calor que templa la sangre? ¿Cómo será tener los huesos congelados y ni siquiera poder abrigarse con la esperanza de estar próximo a entrar a un bar a pedir un café? ¿Cómo será tener ahí, a pocos pasos, el cielo mismo y no poder pasar? ¿Cómo será sentirse tan rechazado que, antes de siquiera hacer el intento de ingresar a un lugar así, alguien se deja morir congelado?
   Y puedo seguir; y sigo.
   ¿Cómo será, por ejemplo, considerar al día calentito sólo porque no es de noche? ¿Cómo será no tener más salamandra que ese sol que llamea a millones de kilómetros? Y cuando empieza a irse esa estrella, al anochecer ¿se sigue sintiendo el frío o, como el dolor extremo y sostenido, llega un punto en que deja de sentirse?

   No vayan a creer, no me siento mal por mis medias de lana, mi sopa caliente, ni por esas preguntas que no puedo responder. Sino simplemente, porque no entiendo. No entiendo por qué en el reparto a mí me tocó nacer aquí y a ella allá. Fue eso lo que me atravesó el corazón.
  Y en perfecto sentimiento dualista, la misma escena que me hizo agradecer mi suerte, también me hizo llorar su desgracia.

2 comentarios:

  1. No entendes porque sos una inepta chabona. No entendés porque no lo vivís, porque no lo crees real, porque solo lo ves como objeto literario ](que por cierto es una cagada). Esa mujer que te disparó todas esas preguntas que en realidad no hacen mas que hacerte pasar el tiempo y sentir así que trascendes más allá de tu asqueroso cuerpo... ELLA VIVENCIA LA CARENCIA, LA FALTA DE MATERIALIDAD EN SU VIDA Y LA FALTA DE CONCIENCIA EN LA TUYA. Si no vas a hacer algo al respecto no te lo preguntes, y si queres marcar una diferencia llegá a una conclusion, no deambules por la filosofia barata. Y da gracias que me tomé la molestia de comentar tu estupidez.

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  2. Anónimo: si lo de Pilar es deambular por la filosofia barata, ¿cómo definirías tu actitud de dar órdenes sobre lo que ella tiene que hacer o dejar de hacer? Sos un salame.

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