jueves, 18 de agosto de 2011

A Piñera (es que me quedé pensando...)

Estimado presidente de Chile:

Mi nombre es Pilar Medina y soy una ciudadana argentina común que casi se murió de espanto cuando usted lanzó en medio de un discurso ese lapidario "nada es gratis en la vida".

Permítame disentir con usted, señor Piñera, porque si no me equivoco, aquello que le permite a usted hablar y que me permite a mí responder es precisamente algo tan gratuito como lo es la vida misma, ya que nadie paga por nacer y menos aún por vivir, hablar y escribir. Partir de la base de que la vida nos es dada gratuitamente creo que cambia bastante el sentido absoluto de tal aforismo.

Yo, en cambio, ensayaría remplazar ese “nada” tan totalitario por un “no todo” más flexible: "No todo es gratis en la vida" tiene otra lógica. Ya que, si bien es cierto que la vida nos es regalada a todos por igual, también lo es que lo que hagamos con ella va a depender un tanto de la influencia que recibamos, y otro tanto (o mucho) de nuestro esfuerzo y trabajo.

Algo muy parecido sucede con la educación libre y gratuita, señor presidente, por lo menos en mi país del que estoy tan orgullosa y al que tanto le debo (entre otras cosas toda mi excelentísima educación en letras). Un estado sabio que aspira sinceramente y desde su propia historia a la igualdad de sus ciudadanos (aunque sabe que esto es un ideal), cuando les brinda a todos la oportunidad de acceder a una educación completa y de primer nivel, lo que hace es devolverles algo de esa igualdad de la que gozamos al nacer y, sobretodo, algo de esa dignidad prístina.

En un país como el mío el Estado brinda la oportunidad de que aquel que lo quiera, que lo desee fuertemente, que se lo proponga de corazón, pueda acceder a una educación que, además de completísima y variada, es la más prestigiosa académicamente. Y aquí lo más importante del “No todo es gratis” porque especialmente no lo es para quien completar una carrera universitaria implica sortear infinidad de obstáculos, tanto económicos como sociales como intelectuales. Pero, estimado señor -y esto es lo más grave-, si la oportunidad no le fuera dada gratuitamente como le fue dada la vida, nuestra sociedad se vería privada de notables y excelentes profesionales. Podría citar miles de ejemplos, como el del Dr. Bessone, fundador de una clínica que todavía funciona. Hijo de un albañil, terminada su jornada de trabajo, estudiaba a la luz de los faroles de plaza Mataldi porque en su casa no tenía corriente eléctrica...

Es cierto que con educación libre y gratuita para todos todavía en la ignorancia algunos quedan fuera del sistema pero, "algunos" siempre va a ser menos que los millones que seríamos si, además de comprar los libros, el material de trabajo y transportarnos, tuviéramos que pagar una cuota para ingresar, para cursar y para rendir.

Solamente imagine usted, mi estimado, cómo la mera existencia de esta oportunidad en un país puede cambiar la visión de mundo de una persona que nace en un medio carenciado; imagine simplemente cómo puede cambiar su mentalidad si puede al menos preguntarse “¿Qué quiero ser cuando sea grande?” y un abanico de carreras de lo más variadas se abre ante sí. La pregunta más seria creo que sería: ¿Podría por ejemplo Bessone siquiera haber sentido el deseo de ser médico de no haber tenido la oportunidad de cursar gratuitamente la carrera? ¿Podría usted siquiera haber fantaseado con ser presidiente de no haber nacido donde nació?

A las prestigiosas universidades públicas de mi país ingresan cientos de miles de alumnos por año pero, en comparación, solo unos pocos egresan. Ay, señor Piñera, no se confunda. La oportunidad debe ser gratis y para todos; lo que no puede ser gratuito, ni debe serlo nunca, es justamente lograrlo.

Atte.
PM