viernes, 24 de agosto de 2012

El peine lila

No hago más -pobre de mí- que pensar en vos todo el día y soñarte todas las noches. Sí, todas las noches. Tengo que confesarte -qué barbaridad- que esto me hace sentir tristemente bien, porque es como si no te hubieras ido, como si no te extrañara una vida. La noche me consuela el día sin vos. Nos vemos y nos reímos tanto; como si fuera martes a la tarde, siempre como si fuera martes. Anoche soñé, por ejemplo, que estaba en tu casa el peine lila, ¿te acordás? Mi peine lila, tan único y tan mío como solo puede serlo un peine lila, grande, de dientes anchos, con un montón de florcitas en pastel, que me traje hace once años de mi viaje a Marruecos. Un peine capaz de sobrevivir a siete mudanzas y no sé cuántas vacaciones, sabés bien, no es un peine cualquiera. Esta vez estaba en tu baño y yo te comenté tierna, después del café rebosante de complicidad, que aunque Borges decía que no se puede disimular la felicidad, no era conveniente que mi peine quedara ahí. Vos me diste la razón, como siempre. Y mi peine lila se quedó ahí, para siempre.

jueves, 9 de agosto de 2012

Transparencias

Dudo si escribir estas palabras,
si caminar sobre estas letras,
deshojarme más y más
dejando salir el néctar.
Dudo por la luz
que ilumina mi dolor y sin pudor muestra el vacío.
Por el rubor de rodar
por abajo de talentos y razones
que se me caen, se me rompen
y como puedo atajo
para volver a respirar
creo -ay, al menos por un rato-
para no ser eterno un día,
tan fantasma un día,
para que pase una hora más rápido.
Dudo, al final,
por miedo a perder los huesos todos,
mi orgullo completo.
Pero me animo.
Me animo y me río.
Todo es vos, vos no estás, todo es nada.