jueves, 22 de julio de 2010

La inspiración

El silencio tiene esas cosas...

Él duerme boca abajo, con la cabeza hacia la derecha y los brazos debajo de la almohada ocupando, como de costumbre, tres cuartas partes de la cama.
   Ella reposa boca arriba, con la cabeza apoyada sobre esa almohada fabulosa que alguien decidió llamar inteligente, y con los dedos imperceptiblemente entrelazados arriba del edredón blanco, arriba de su vientre. 
   Son las siete menos algo y todo es oscuridad y silencio. Todo menos la luz del velador de ella y esa voz interior.
   Con o sin luz, con o sin voces él duerme profundo. Por eso ella no se preocupa: si se despertara podría volver a dormir por tres horas más.
    Ella tiene los ojos abiertos, estilo cinco de la tarde, fijos en un punto impreciso (ahora) del cielorraso, o de la bisagra del placard, o de la hojita de lata tallada de la araña de hierro que pende del techo. Los párpados, como el diafragma de una lente, dan la impresión de querer enforcar algo para fijarlo, para grabarlo.
    Él, presintiéndolas (a las dos, a ella y a su voz), abre un ojo con esfuerzo y le pregunta:
_ ¿Qué pasa, Pil?
   Y ella le responde apurada:
_ Shhh... Nada, gordo, nada... 
   Y al rato se confiesa:
_ Estoy escribiendo.

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