miércoles, 17 de febrero de 2010

Ingrediente corazón

El sabor de la frambuesa, acentuado por el azúcar que alguien le puso a la soberbia mermelada que acompaña mi pan casero, se queda en los labios creando cierto efecto anestésico prolongado. Sí, anestésico es la palabra. Mientras froto un labio contra el otro tratando de recuperar la sensibilidad o de saborear un poco más su existencia, me quedo pensando en la fiesta que representa para mí la cocina y sus variables. Y un pensamiento, que leído linealmente puede pasar por machista, se me impone contundente: La mujer que sabe y gusta de cocinar está varios pasos por delante de las mujeres que no lo hacen. Una mujer puede ser muy hermosa, muy sensual, muy simpática pero, si no sabe manejarse dentro de la cocina y dominar con creatividad y maestría el infinito mundo de los alimentos, sus sabores, colores y combinaciones posibles; si no se arriesga a jugar con todo eso, se pierde de algo importante, de un capital único e irremplazable. Un capital que, a diferencia de la belleza –por ejemplo- no envejece sino que con los años se va puliendo y mejorando. Se seduce por el estómago, quién se atreve a negarlo. Y no sólo al hombre, también a los hijos.
AAAALa comida da sensación de hogar, de mesa que se comparte, de programa diario, de celebración obligada. Cuando se sirve algo nuevo o algo que gusta mucho y vuelve a aparecer surge un nuevo tema de conversación, otra forma de encuentro. La comida es una fiesta -es cierto- pero, la verdadera fiesta está en el placer solitario del encuentro de uno mismo con el rito mágico de convertir un montón de ingredientes insignificantes en un monumento exquisito.
AAAACocinar es una ceremonia única. Sin importar la cocina que tengas (yo tengo una sin mesada, imagínense) ni lo poco que haya quedado en la alacena o la heladera. Con muy poco se puede hacer mucho, con mucha imaginación e ingenio salen muchas veces, las mejores cosas. Cuando llega el momento de avocarme a este arte me siento igual que una bruja de cuentos al momento de realizar un hechizo fabuloso. Me ato el pelo, me lavo las manos, me engancho un repasador en la cintura del pantalón, saco uno de mis tantos libros sagrados y empiezo el ritual privado con la excitación propia de quien sabe que de ahí va a salir algo distinto y delicioso. La harina, el azúcar, la manteca, los huevos y los vasos medidores me llenan de guiños cómplices.
AAAAPara mí cocinar es una de las formas más auténticas de ser. Por eso no puedo evitar pensar que si a alguien no le gusta hacerlo es porque teme sacar o mostrar algo tan íntimo como su esencia. No se puede cocinar sin involucrarse. Lo que sale es algo que tiene un sello propio, un aroma personal. Ni hablar de aquello que se amasa con las propias manos. Es increíble como una receta hecha exactamente igual por dos personas puede resultar tan distinta. Pero, no es casual. Los alimentos son sensibles a quien los trata. Y ése es, para mí, el ingrediente secreto que hace que una receta sea un éxito o un fracaso. La parte de uno que necesariamente cae dentro del recipiente en el que se cocina. Y si no tenemos miedo de mostrarnos para brindarnos y compartirnos, los comensales van a saber saborear esa parte nuestra.
AAAAMe fascina cocinar para la gente que quiero: mi familia, mis amigos. Y otra verdad se revela: cuando se da amor se recibe amor. Las devoluciones pueden ser sencillas o grandes. Por ejemplo, a mi marido –que viene de una casa de fastuosidad alimenticia- le empezaron a gustar los zapallitos sólo cuando los probó hechos en una tarta por mí; mi hija, por otro lado, come de todo y en cantidades más que suficientes. Recuerdo muy bien que cuando mi beba tenía siete meses le pregunté a su pediatra si podía comer champignon. Me miró incrédula, y mientras sacudía la cabeza me decía que en treinta y cinco años de ejercicio de la pediatría jamás ninguna madre le había preguntado algo semejante. Y, por último, mis amigos: mis mejores amigas siempre son las más francas y directas, dicen de mi pan amasado que tiene sabor a Pili o que la torta de crema no se puede dejar de comer mientras yo la veo menguar en el plato hasta desaparecer, al punto de rogarles divertida que me dejen al menos una porción. Mis otros amigos, los no tan íntimos lo reducen a un “esto está muy bueno, Pili”.
AAAASatisfacción. Una fuente pelada, vacía, a la que no le sobra nada es un lujo y un premio al esfuerzo del tiempo dedicado y el corazón que se dejó en el mismo. El corazón es fundamental, es el ingrediente prístino: se cuela en nuestra forma de revolver, de dorar, de amasar, en el olor de nuestra piel y la temperatura de nuestras manos.
AAAAPor eso cuando estamos tristes o angustiadas es casi imposible cocinar algo rico. La comida se entera y lo hace público. Los ingredientes susceptibles a nuestro mal absorben esos iones anímicos y los potencian. Esta indiscutible realidad culinaria está genialmente ilustrada en una de mis escenas literarias preferidas. Aquélla de Como agua para chocolate en la que Tita, muerta de pena porque Pedro -su gran amor- y su hermana van a casarse, cocina el pastel de bodas envuelta en un mar de lágrimas. Tantas lágrimas saladas vertió en la masa de la preparación que la torta acaba por caerle mal a los comensales, enfermándolos uno a uno, en particular a la hermana quien no pudo consumar su noche de bodas, presa de los vómitos y flatulencias más repugnantes. De la misma forma cuando estoy mal no puedo cocinar: todo me sale feo, se me quema o me queda amargo, tal cual mi alma. Y fue exactamente eso lo que me pasó en mi sufrido puerperio. Estaba tan mal, tan deprimida, tan cansada, tan consumida por la lactancia que no podía cocinar. Entraba con determinación a la cocina, cumplía prolijamente el paso a paso de las recetas pero, no había forma: o me quedaba salado, o soso, o seco o lo que fuera. Mi marido me consolaba diciéndome que aunque no era lo mejor que hubiera cocinado alguna vez aún así estaba rico y seguramente todo era porque estaba muy cansada.
AAAACuando veía que el tiempo pasaba y mi buen arte no volvía, simplemente dejé de cocinar. Ni siquiera lo intentaba. Y no por capricho sino porque tanto me frustraba encontrarme con algo feo o desabrido que prefería directamente ni siquiera intentarlo. Me faltaba el ingrediente prístino: el corazón, la alegría.
AAAAVolví a cocinar para cuando mi hija empezó a comer. Presa del terror de toda madre de que su hijo no coma, empecé a cocinar con todo el amor y la dedicación posibles, con todos esos miles de ingredientes que tanto tiempo habían estado guardados. Y ahí sobraba corazón. Mi mamá me miraba con espanto porque mi hija tenía seis meses y comía risotto con ajo y cebolla; si mis amigas le daban de comer y le sacaban una cucharada me decían “¿No hiciste más? Esto está espectacular”. Y mi hija fue aprendiendo a abrir la boca y a saborear todo. La pediatra dice que seguramente absorbió el gusto por la comida bien sabrosa en la panza y que al empezar a comer sólo se encontró con lo que tan bien recordaba y tanto le gustaba. Ahora mismo la veo pasear muy campante lamiendo la espátula con la que hace un rato preparé un pesto fuertísimo y todavía no dejo de asombrarme.
AAAAVer el plato vacío y su cara rebosante de gusto y restos de comida me fueron conduciendo de a poco de regreso a las cucharas de madera, mi adorada Essen, la harina cuatro ceros y la cebolla bien picada y dorada en la sartén; al placer de amasar y sentir en la piel que esa masa toma esa textura sólo por como la tratan mis manos
.
AAAA
AAAAY el sabor de la frambuesa se siente en paladar como un dulce y grato recuerdo lejano.

AAAALas crisis amorosas en mi caso se traducen en crisis culinarias. Admiro a la gente que trabaja cocinando porque yo no logro trabajar todos los días poniendo el corazón pero, sí que no sé cocinar de otra forma que no sea involucrando toda mi alma, en el estado que sea que esté. Quizá esto sólo me pasa a mí porque no logro separar lo que soy de lo que hago.

9 comentarios:

  1. Quizás deberías pensar un emprendimiento que reuna los manjares de la cocina y el mundo de las letras! Ya me veo leyendo un libro de cortazar mientras saboreo un pan casero con mermelada de arándanos made in Pili.
    Inversores se buscan!

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  2. ¿Cuándo se inagura el Café literario "Cuentos y Café"?
    Ya me veo leyendo un libro de Nietzsche y saboreando un pan amasado con mermelada de arándanos.
    Contame como un fiel inversor!
    Tu amigo invisible

    PD: De Sexshopeando mejor no acoto nada. Tu marido puede estar leyendo...

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  3. Yo opino lo mismo que el ¿Amigo invisible?
    Necesitamos para arrancar mínimo $400.000 y laburo full time. Ah, si nos va bien al lado ponemos un sex shop!
    ¿Te interesa Amigo Invisible?

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  4. Afortunadamente me tocó una mujer que también le pone siempre un toque artístico a la cocina. Y es tal cual que el estado anímico influye en el resultado final.
    Buen ensayo, me gustó!

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  5. Arroz con ajo y cebolla a los seis meses?? Y yo todavía no lo como!!
    Amigo invisible: me parece a mí o te la mandaron a guardar??

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  6. Doy fe que cuando le doy de comer a clemen le saco algunas cucharadas...
    hace mucho que no nos juntamos a tomar el te.... y extraño el exquisito pan casero made in Pili!!! prepara uno para este domingo
    besos

    mechi

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  7. Algunas mujeres asocian mucho la comida con otros aspectos de la vida matrimonial... y entonces se quejan cuando después de pasarse horas ocupándose de la previa, el marido liquida el asunto en un abrir y cerrar de ojos...

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  8. pilar me hiciste remamorar un recuerdo de la infancia borrado.resulta que mis vecinas podian comenzar a preparar empanadas tucumanas a las7 de la mañana para comer a las 2de la tarde.asi les salian,muy ricas.saliamos todos manchados.nunca mas comi empanadas asi.....

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  9. Gracias a todos por los comentarios... Amigo invisible, ¡toda inversión es bienvenida!

    Me encantó la imagen de las vecinas haciendo empanadas tucumanas en comunidad. Eso sí que debe ser lindo: cocina enorme, llena de mujeres hermanas, amigas o primas cocinando y chusmeando durante horas.

    Los anónimos se podrían poner algo así como un código de barras para identificarlos, al menos dentro del mundo de los anónimos: como lo hacen EDS, o Amigo Invisible. Puede ser algo más sencillo como una inicial o algo así, ¿no les parece? Así también conozco un poco más a mis lectores. Besos.

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