domingo, 24 de enero de 2010

¡Ganamos!

En mi perra vida me gané nada. Nada que no sea un candelabro horrible por sacar línea en un bingo del colegio, o ese llamado nefasto de grabadora que te dice "¡Felicitaciones!" y que ahora, frente al resultado inevitable de que seguida la congratulación la gente corta, empieza diciendo "No corte. No corte". No, en mi puta vida me gané nada. Y pensar que un amigo de mi papá se ganó dos autos cero kilómetro en un solo año. No hay nada que hacer, eh. Es así nomás: Dios quita, Dios da, Dios quita, Dios da.

AAAUno de estos días cualquiera, sumergida en la escritura como estaba, del otro lado de mi celular aparece la más que conocida voz de mi marido: "Llamaron de Chevrolet". En esas ocasiones -como en casi todas- tiendo a pensar lo peor o más ridículo: que no se acreditó la plata de la cuota y por lo tanto estamos sin seguro, que nuestro auto no se va a fabricar más y se devaluó estrepitosamente o, simplemente, que nos van a sacar el auto porque no le hicimos el último service. "Parece que nos ganamos un viaje o algo así" agregó con un tono monocorde que desentonaba con la gran noticia que daba. Me empezó a latir el corazón. "¿Cómo?" Yo necesitaba más información, más detalles. Sebastián tenía que estar equivocado; y esto era verdaderamente probable porque si bien mi marido es el mejor jefe, curiosamente resulta el peor secretario del mundo: no puede pasar un mensaje con más de un cincuenta por ciento de compatibilidad respecto del recado original; así que era altamente probable que de "nos ganamos un viaje" la parte cierta fuera la de "ganamos" y que la otra parte fuera -por ejemplo- "una cafetera eléctrica". Por eso yo necesitaba más detalles de insoportable puntillosidad: "¿Me podés recrear la conversación, por favor? ¿Quién te llamó?" indagaba yo. "Ni idea. un tal Claudio de Chevrolet. Tenemos que ir a Flores a retirar el premio". ¿A Flores? pensaba yo. ¿Por qué a Flores? ¿Y si era todo una especie de "trampa" para secuestrarnos? No, si cuando a mí me ataca la paranoia felizmente combinada con la imaginación puedo llegar muy lejos. Así que, previo trabajo de inteligencia para chequear la existencia del domicilio, decidimos partir para saciar al menos la curiosidad. Total, cualquier cosa por arriba de un candelabro espantoso me dejaría mejor rankeada en la carrera de los perdedores.

AAAFlores es un barrio precioso. Yo lo conozco bastante bien gracias a que una amiga muy querida de la facultad vive ahí. Y por eso, en mi condición natural de GPS no resultó difícil llegar a Rivadavia al siete mil. Por lo pronto ese lugar era una Agencia Chevrolet, así que una estafa no era, ahora quedaba ver de qué se trataba el asunto del premio. Estacionamos ansiosos. Este año no teníamos planeadas vacaciones así que, cualquier cosa que viniera de arriba iba a ser bienvenida, (sí, incluso una cafetera porque la mía estalló -de tanto usarla, supongo-). Preguntamos aquí, preguntamos allá, nos derivan a fulano a mengano y nos mandan a esperar.
AAA"Medina María" me llama una vocecita desde atrás. "Nosotros", dijimos al unísono. La pinta del flaco nos quitó rápidamente la sensación de viaje a Buzios o a Miami. Era un chico de ésos que se nota que hicieron un enorme esfuerzo por ocupar el lugar que ocupan. De ésos que trabajan doce horas metidos en la agencia entrenándose para vender autos; de ésos que probablmente viajan dos horas desde uno de los barrios más humildes de no sé dónde; y de ésos que tienen un disco grabado con aplicación sarmientina de lo que tienen que decir y hacer. Axel, así se llama. La camisa -probablemente la única que lava y deja secar en el baño todas las noches y plancha por la mañana-, el pelito engominado y los dientes que le crecieron como pudieron lo terminan de ilustrar.
AAAMano para mí, mano para Sebastián. "Tomen asiento". Hoja en blanco, birome en mano, play y empieza la clase de Ventas: "De seiscientos mil compradores de un Chevrolet 0km, ustedes han sido preseleccionados para la participar de un sorteo por un 0k". A medida que decía lo que decía iba escribiendo las palabras y números principales del discurso en la hoja como si estuviera explicando el Teorema de Tales o armando una jugada de pizarra. Con Sebastián lo seguíamos, tratando de no mirarnos para no reírnos. Continuó: "De los treinta mil preseleccionados Santiago Alba ha sido el ganador del 0km", y escribe sus iniciales "S.A." que luego redondea al lado de "0km". Yo ya lo miraba con cara de y a mí qué carajo me importa cómo se llama este fulano. "Y con los participantes que quedaron se hizo un sorteo de segundo, tercero y cuarto puesto. El segundo es el premio de turismo, el tercero es el premio de doscientos pesos para comprar en un supermercado". Genial, pensé yo, con eso compro pañales y leche. "Y el cuarto es el premio boutique, que consiste en unas gorritas y remeras para toda la familia, que tanto hacen falta en esta época del año". Yo no podía evitar esa cara asquerosa que sólo yo soy capaz de poner cuando siento que me están tomando el pelo. Si me llegaba a ganar las gorritas, por mi vida que no las agarraba y hasta me ponía a llorar por haber viajado hasta Flores un nueve de enero. "¿Y qué ganamos nosotros?", le pregunto antes de que los nervios me estallaran por las cervicales. "Espere, espere". Ay, no, era lo peor que me podía responder. "Falta lo más importante. Si ustedes están dentro del grupo de las primeras treinta personas que vienen a retirar el premio, se hacen acreedores de un Privilegio Único". Odio a los vendedores, realmente los odio. "Ahora, si me esperan, vamos a ver qué premio les tocó en suerte y a ver si tienen la suerte de estar dentro de los primeros treinta en llegar".
AAACon Sebastián nos reíamos cómplices del espectáculo que era ver a este Axel haciendo paso a paso aquello para lo que lo habían entrenado. Hablaba con cierta tonada de chico aplicado de escuela rural del interior del país, y eso me inspiraba ternura pero, no por mucho tiempo. "Tengo una muy buena noticia" dijo moviendo los bracitos y sonriendo con artificiosa felicidad: "Se ganaron el mejor premio, el de turismo". E inmediatamente después saca dos folletos plastificados, de hace por lo menos quince años atrás, con unas cabañas borrosas enmarcadas en una tipografía ochentosa que decía Córdoba una y San Luis la otra. El nombre exacto de cada lugar juro que no puedo recordarlo. Jamás lo habíamos escuchado nombrar, y el encanto del primero, por ejemplo, residía en estar cerca de Villa Carlos Paz. Claro que lo que habíamos ganado era la estadía por cinco días y no el traslado. Y claro, también, que el servicio de mucama se pagaba aparte; y no nos olvidemos de que para reservar y usar el premio tenemos que pagar unos ochenta pesos del seguro de no sé qué cosa. Tenemos dos años para usarlo, avisando con un mes de anticipación. Está bien, pensamos. Es un buen premio. El candelabro, al menos, ya había sido superado.
AAAPero Chevrolet estaba dadivoso por esos días, así que Axel nos sorprendió con una cuponera con un montón de descuentos en una parrilla podri de Ruta 8, otra con un veinte por ciento de descuento en un día de campo para ordeñar vacas en San Antonio de Areco y otra -y con ésta sí que se emocionó- de una alarma para el auto cien por cien gratis. "¿Ya tiene alarma su auto?" "Sí", respondimos los dos al mismo tiempo con cara de nada. "Bueno, entonces paso a la segunda mejor noticia. La mejor". Hace una pausa y nos mira a los ojos buscando reacción de suspenso. Nada, de nuevo, así que sigue porque no le queda otra. "Llegaron número veintiocho. Es decir, que pueden gozar del Privilegio Único. Todos los que lo obtuvieron lo aprovecharon. ¿Van a aprovecharlo ustedes también? ¿Si o no?". Increíble: realmente el muchacho esperaba una respuesta. Ahí nomás se me fue la suavidad al diablo y con mi mejor cara de soberbia indolente le deslizo un lacerante: "Y si no nos decís en qué consiste el privilegio, ¿cómo vamos a saber si lo queremos aprovechar o no?" Sebastián me miró con esos ojos de "piedad, Pilarcita, piedad. El pobre pibe no tiene la culpa". Tenía razón. Así que lo escuchamos con mucha atención.
AAAEl privilegio era exactamente lo mismo que ofrecen esos llamados nefastos de "¡Felicitaciones!". Toda una tramoya para venderte un cero kilómetro. Obvio que lo escuchamos y obvio que nos subimos a todos los autos que potencialmente podríamos haber sacado. Porque eso te pasa cuando vas a allá: te endulzás ante la posibilidad de llevarte un auto todo con olor a nuevo. Así que también mentalmente nos pusimos a hacer cuentas. Terminado el recorrido y la perorata, nos sentamos de nuevo y Axel nos pregunta, tal como quien vende "dos por uno" en mandarinas: "¿Y? ¿Van a aprovechar el privilegio o no?". Yo lo miré azorada, "¿Ahora te tenemos que responder?" Axel respondió impelido seguramente por la comisión que sacaría si nos vendía el autito nuevo: "¡Y claro! Si no toman ustedes el beneficio, pasa para el próximo." Ah, no. A mí no me vengas a correr porque me empaco. Me lo quería comer crudo y, anticipándose mi marido a estos sentimientos, le explicó amablemente: "No es una decisión que se pueda tomar así a la ligera. Tenemos que sacar cuentas y ver si dan los números. Si querés danos un par de días y te llamamos". Axel se hizo el pensativo y dubitativo y, luego de un titubeo forzado dijo: "Bueno, les doy tiempo hasta el lunes".
AAAPor supuesto que bastaron sólo tres horas para que se cayera la ilusión de cambiar el auto y también la de haber ganado un viaje con todas las letras. Al fin y al cabo lo único que realmente ganamos fue la alarma para el auto que no necesitamos; así que si alguno de ustedes, estimadísimos lectores, tiene un auto sin alarma y le gustaría ponerle una, yo le regalo nuestro cupón de mil amores. Miren que es cien por ciento gratis ¡y es en serio! Sólo tienen que pedírmelo.

5 comentarios:

  1. ¿el Axel es uno que usa traje con medias blancas y corbata tornasolada? creo que alguna vez lo crucé en el tren.

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  2. la alarma sirve pa la bici?
    ja ilusos!!s
    saludos
    cholo

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  3. como odio a los vendedores como este flaco! no tienen verguenza!!! muy buena la anécdota me gustó mucho.

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  4. no te puedo creer que fuiste,a mi siempre me llaman y me quedo con todas las ganas de ir pero mi novio me corta la esperanza.

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