sábado, 19 de septiembre de 2009

Tierra mojada

Algo en el aire me había paralizado. Había llovido a cántaros aquella mañana en Londres y el sol apretado buscaba la manera de salir abriéndose paso entre las nubes. Cerré los ojos y unos segundos más tarde lo comprendí: era el olor a tierra mojada. Cómo me gusta el olor a tierra mojada. Y sin embargo, algo llamaba poderosamente mi atención. En efecto, el olor a la tierra mojada de Londres era particularmente distinto al de Bella Vista. Y ahí nomás empezaron su circo las letanías de mis pensamientos.
AAAA¿Por qué el olor era distinto? O, mejor dicho, ¿por qué yo sentía distinto aquel olor? Teniendo en cuenta que mi hermana se había ido a buscar una casa de cambio, me acomodé abrigada en un banco, enrosqué un poco más mi bufanda verde, dejando que mis siempre agotadoras letanías fluyeran a su manera desde ésos sus rincones más inhóspitos.
AAAAMi tierra son mis calles, mis caminos, mi hogar. Mi tierra son esas desgraciadas baldosas rotas que, los días de lluvia, cumplen la función de “trampa para zapatos abiertos”. Mi tierra es asfalto hirviendo con sensación de brea derritiéndose. Un litoral de tierra pasada por agua, al mismo tiempo que es tierra madre de miles y miles de semillas que esperan ser planta. Y, cómo negarlo, una tierra que se dobla de angustia e impotencia frente a un país que se desarma poco a poco. Hectáreas y hectáreas de campos solitarios, sin más atención que la del sol y de la noche.
AAAAEn todas sus facetas, definitivamente, un olor muy distinto al de la siempre más húmeda Londres. Nostalgia, mucha nostalgia. Mi tierra, mi casa. Por ahí pasaba el delgado hilo que unía mi recuerdo olfativo a aquella tierra querida. Por ese lugar pude ver con claridad que la tierra es muchas cosas pero, por sobre todas aquellas, es ese lugar donde alguna vez nuestros padres pusieron los cimientos de una casa. Casa por la que pasaron y pasarán muchas generaciones, y hasta quizá de familias distintas. ¡Si mi tierra hablara!
AAAA“Del polvo vienes y al polvo volverás”. En ceniza o en mortaja, es la tierra, nuestra tierra, la que elegimos, la que nos dará en su frío abrazo perpetuo, el abrigo del nunca más o el para siempre. Nos guardará como una madre abriga a su niño en el seno de su vientre.
AAAAAllende el mar estaba mi tierra. Si hubiese podido trasportarme en ese mismo instante, juro que me habría inclinado y la habría besado con todas las curvas de mi rostro. Habría amado su sabiduría. Ella, testigo silenciosa de la historia. Allende el mar, la habría amado, la habría besado.
AAAAMi tierra. Tierra que huele distinto, tierra que sabe distinto. La tierra que me vio nacer, y que guarda misteriosa, y en el más delicado de los silencios, el secreto de mi vida.

2 comentarios:

  1. Pili!, q lindo relato
    a medida q lo leia m sentia re identificada, a vcs a mi tmb m ataca la nostalgia y mis pnsamientos empiezan a volar...
    en una part m hizo acordar a nuestro curso cuando nos dabas libros para leer y q levantaramos nota,, yo mucho no lo necesitaba pero m encantaba leer los libros q nos dabas xq sentia q teniamos gustos re parecidos, me acorde d "el mago de oz" cuando dice q no hay nada como el hogar... como la tierra a la q uno pertenece, tiene mucha razon
    (...q lindo curso era ese! :) )
    t mando un bso enorme y t re qiero d verdad

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  2. Gracias, Noe, ¡qué lindo comentario, mi reina! ¿Vos también escribís? Si sí, por favor mostrame algo, ¿dale? Un besote enorme. Yo también te quiero de verdad.

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