martes, 6 de abril de 2010

Tazas

Las tazas, al igual que las canciones y ciertos olores, tienen en mi vida el enorme poder de transportarme a diferentes momentos del pasado.
Cada mañana, cuando me levanto, inicio ansiosa la ceremonia del café con leche. Elijo entre once ejemplares distintos entre sí -en pinta y antigüedad-, cuidadosamente dispuestos todos en un estante de mi cocina turquesa, aquél que considero apropiado para el ánimo con el que me tocó amanecer.
Tengo épocas. Épocas en las que me encariño especialmente con una por la que siento cierta debilidad más o menos explicable, y que hace que se convierta en mi compañera dilecta durante meses enteros en los que no uso otra para desayunar. Puede ser por su belleza estética -claro- o simplemente por la historia que me cuenta cuando la tomo de la aza y la saco a pasear.
Hay tazas más alegres, más tristes, más serias, más infantiles, más faroleras, más refinadas. También las hay más frágiles y más fuertes. Incluso algunas sólo sirven para decorar porque en algún arrebato de microondas se rajaron; o porque las compré en algún rincón del mundo y las llevé de romería por los cinco continentes, envueltas en papel de diario dentro de mi vapuleada mochila. Pero lo que todas tienen en común es el tener en el fondo escrita una historia, una que yo leo con demasiada facilidad y a la que recurro cuando
necesito transportarme hacia alguna época o lugar determinados.

Mi taza sweety venida de Nueva York es la que más me cuesta agarrar. Porque me relata la historia de una amistad muy profunda y sincera que un día porque sí dejó de ser. Por otro lado, mi ya no tan nueva taza grande, roja y de motivos navideños es mi niña mimada de casi todas las mañanas desde que mi mejor amiga la trajo a mi vidriera. Llegó con ella envuelta en brazos, como quien sabe que está próxima a entregar el mejor regalo: tiene el tamaño, el color y la historia perfectos.
Otra destacada es mi taza canasta -una taza marrón cónica de porcelana cuyo relieve da la apariencia de una canasta-, la de mis años de soledad. Ésos de departamento oscuro en Marcelo T., donde vivía sola con mis libros -buenos compañeros-, mi cocina minúscula que en su sencillez me enseñó lo más importante del arte culinario; y donde compartí tardes y noches enteras de veintiuno y cigarrillos con amigas del alma.
Mi taza negra y blanca, en cambio, es la que me lleva a esos meses, años de amor desbordante en los que empecé a salir con el que hoy es mi compañero. Él no lo sabe, ignora que mientras duerme yo viajo en el tiempo y, una vez allí, lo miro a los ojos y le cuento que finalmente nos vamos a casar, que no va a ser fácil -porque las cosas entre nosotros nunca lo son- y que vamos a tener una hija preciosa y vamos a vivir luchando, luchando por mantenernos juntos, aferrados a ese amor de locos que, al fin y al cabo es el que siempre nos sostiene.

Soy madrugadora; siempre lo fui. Por eso suelo desayunar sola y, no lo voy a negar, me gusta que así sea. Es mi momento del día. Siempre en pijama y nunca habiéndome lavado los dientes con anterioridad. El sol no entra por la ventana de mi cocina; quisiera que lo hiciera pero, sale por el otro lado de la casa y esto también tiene sus beneficios.

Hoy, curiosamente, elegí mi taza amarilla por fuera y blanca por dentro. Hacía tiempo que no lo hacía, porque es para esas eventuales mañanas de rosa nostalgia, ésas en las que recuerdo años de juventud, de un lejano amor de diecinueve que se quedó grabado a fuego en mi corazón por todo lo que me hizo reír, llorar y reír (y volver a llorar también). Sorber el espeso y caliente café con leche de esta taza, quiéralo yo o no, me obliga a preguntarme qué será de su vida, si será feliz, y si él, al igual que yo, alguna mañana cualquiera por el motivo que sea se acordará de mí también.

7 comentarios:

  1. Pili, nuevamente, muy lindo todo lo q escribiste!!
    me quede pensando quien era ese amor lejano q mencionas...jaja vos tenías un "pretendiente" en chile no?
    me encanta llegar a csa y cdo tengo un tiempito leerte, gracias!!
    besos

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  2. amiga pronta, esas tazas maravillosas me hacen pensar en los cuencos amados donde se vuelcan las intimidades que sorbemos, siempre solos, líquido notricio al que no renunciamos, aunque sea amargo y queme. Me encantó. Te mando un beso grande. Ariel.

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  3. Si bueno y breve, dos veces bueno. Me gustó mucho y debo reconocer que se me está pegando un poco el tema de elegir la taza a la mañana. Pero hay algo muy curioso que me pasa a la hora de comprarlas... Siempre compro en pares, de a dos, a vos no te pasa eso amiga??
    besos muchos

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  4. El silencio de la mañana, las dos palmas que buscan cubrir la mayor superficie posible, pensamientos indefinidos que van y vienen, mirada que atraviesa el vapor casi imperceptible y que se pierde en el infinito. Las delicias del café de a uno.
    Una delicia el ensayo.
    ::

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  5. pilar! anduve andando por acá...a mí traen recuerdos todos los objetos de la casa. pero ésos que sólo sirven para recordar, ni siquiera para tomar algo caliente en las mañanas solas. dice borges acerca de las cosas "durarán más allá de nuestro olvido, no sabrán nunca que nos hemos ido" Aplicable a tus tazas, y a mis objetos. un abrazo!

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  6. Re onda tu blog ! Me encanto lo de las tazas !

    Dale sacate un blog en clarin, y vas copiando estos post.

    Besososss

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  7. Hermoso y nostalgico.La historia de los objetos es muy atractiva sino no existirian los coleccionistas.A mi,por eso, me gusta comprar cosas en las ferias americanas.Me gusta mucho como escribis,tu poder de abstraer y expresar.saludos.Belen.

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