miércoles, 3 de marzo de 2010

Mi Chile querido

Camino por la calle Florida porque la vida continúa. Pero, esta vez lo hago con los labios inevitablmente apretados, los ojos vidriosos y arrastrando una piedra del pecho.
A
Voy a escribir los versos más tristes esta noche
A
AAAAMi primer amor fue chileno, en sentido literal y figurado. En sentido literal simplemente porque mi mamá es chilena; una chilena hermosa que vino junto a su numerosa familia a la edad de diecisiete huyendo de la política de Salvador Allende; y en sentido figurado porque el primer varón, joven, muchacho que me quitó el sueño también era un donjuancito chileno.

AAAAEsto es muy difícil. Cada texto que escribo y que publico -salvo algunas excepciones- son el resultado de una germinación interior, que se da en la cabeza y en el el alma. No todos los textos tienen el mismo tiempo de maduración. Casualmente, los que versan sobre los temas que más me importan son los que se cuecen a fuego más lento. Hacía mucho tiempo que tenía en mi cabeza, en estado de cuidadísimo crecimiento mi texto sobre Chile. Mucho tiempo porque sólo los que me conocen bien de cerca saben lo que significa ese país para mí, para mi familia en general. De verdad que nos corre sangre roja, blanca y azul prolijamente mezclada con la blanca y celeste.

AAAAEs de noche. Se corta la luz de mi invernadero literario y, al silencio de mi incertidumbre, le sigue el ruidio, al ruido los gritos, y a los gritos el caos. Mi frasco se cae y estalla y el texto pierde para siempre su forma proyectada y cobra una nueva, muy rara, distinta y dolorosa. Chile está sufriendo y yo sufro con Chile.

AAAANo sé cuántas veces fui a Chile porque fueron muchas, muchísimas. Incluso en la panza de mi mamá yo ya viajaba de aquí para allá, como si eso de cruzar la cordillera en auto o en avión fuera la cosa más natural del mundo. Durante diez años vacacionamos en el mismo lugar y en la misma casa. Ese lugar es ni más ni menos que mi lugar preferido en el mundo: el Lago Vichuquén. No es un lago -es cierto- más hermoso que muchos de los del sur argentino pero, en mi memoria tiene el bucólico aspecto de un Eden personal, lo que en literatura se conoce como locus amoenus (lugar placentero). Mis tíos y primos iban ahí de vacaciones, y fue por ellos que llegamos ahí. Los caminos todos eran de ripio naranja sin mayor señalización que la de algún cartel burdamente pintado a mano. Llico es el pueblo pesquero que está a diez kilómetros del lago y donde nosotros íbamos a cargar nafta, a hacer las compras, a misa y, alguna que otra noche de aventura, a la bailanta del pueblo con banda en vivo. Llico, que huele todo a pan amasado, a pescado fresco, a chilenitos empalagosos y papas fritas hechas en aceite vegetal, quedó devastado: dicen que una ola gigante de no sé cuántos metros de altura se llevó la iglesia de cuajo, destrozó las casitas de de adobe y llegó incluso hasta el Lago... La misma ola gigante que se llevó a la amiga de mi gran amiga chilena, Caro que estaba veraneando. El enero de los chilenos es febrero. Y familias enteras desaparecieron en el mar. Me dicen que mi prima se salvó porque un auto la levantó en el camino y éste le ganó a la ola.

Y el llanto cae al alma, como al pasto el rocío

AAAAMis papás se fueron por tres días para un casamiento que se celebró la misma noche del viernes. "Cuando volvíamos al hotel empezó el terremoto; justo cuando estábamos por subir. No había luz en ningún lado" me dice mi papá en una milagrosa y única comunicación telefónica que logré el sábado a la mañana. Ya en Buenos Aires, mi mamá me cuenta los detalles de ese instante y mi alma se comprime. Porque los imagino perfecto, a mi papá, a mi mamá, a mis tíos, amigos, primos, a todos preguntándose si les habrá llegado la hora, si todavía puede ser peor. A los padres jóvenes como yo, aterrorizados como niños buscando la forma de ocultar su sentir sólo para quitarles un poco de terror a sus hijos. A mi papá y mi mamá juntos pero sin siquiera poder abrazarse ni hablarse, lejos el uno del otro, lejos de nosotros sus hijos; porque no es tu voluntad la que manda sino la tierra la que te mueve. También me imagino esas montañas, que yo siempre contemplé con fascinación desde el patio de la casa de mi tía, como gigantes dormilones desperezándose torpemente, ignorando el enorme daño que causan con su movimiento natural.

AAAATodos mis familiares están bien. Muchos sintiendo hoy el peso de la dispersión. Sólo a una tía se le rajó todo el departamento y tuvo que buscar alojamiento en la casa de otro tío. No puedo imaginar lo que debe sentirse al ver tu hogar destruído o convertido en un montón de escombros.

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos

AAAACreo que alguna vez le comenté a mi mamá, como una confesión, que yo sentía, por momentos, la necesidad biológica de ir a Chile. Hace tres años ya que no voy y la abstinencia la siento hace al menos dos en los huesos. Porque cuando llego a esa tierra seca siento algo similar a lo que quizá sientieran en otro tiempo, esas estrellas de mar de Llico traídas por la marea, cuando con infantil espíritu samaritano las devolvíamos al mar. Cuando llego siento que algo de siempre me vuleve al cuerpo.

AAAASi en las mejores condiciones esta falta de país cordillerano, esta necesidad de tierra madre y amiga me toma por completo, no es difícil imaginar lo que siento hoy. En mi nudo de garganta y en los andes de mis pupilas, se dibuja la certeza de que, si mi resposabilidad primera no fueran mi familia y mi trabajo, ya habría cruzado la cordillera para ir a ayudar como sea; tal cual lo están haciendo mis primos con la gente que más lo necesita, que es mucha, que tiene miedo, que no tiene nada y que tampoco duerme.

AAAAAyudemos desde acá por favor.

Aunque este sea el último dolor que Chile me cause,

y estos sean los últimos versos que yo le escribo.


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Cómo ayudar: Se necesitan medicamentos (antifebriles, antinflamatorios y antibióticos), pañales, frazadas, leche larga vida o en polvo, agua mineral y alimentos no perecederos.

En Buenos Aires: Parroquia Santo Tomás Moro, Urquiza 1460 - Vicente López (De 10 a 18hs)(Provincia de Buenos Aires) 011 4791 5184. Red Solidaria 011 4796 5828.

www.redsolidaria.org.ar

2 comentarios:

  1. Amiga, comparto con vos este dolor que sentís porque yo soy una de esas personas que se lo que para la famila Medina Icaza significa Chile, si habremos disfrutado de esos aires... Me encantó el relato y ojalá el pueblo chileno pueda recuperarse pronto de tanto dolor.
    Un beso grande,
    Vicky

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  2. Que terrible lo que está atravesando ese país. Ojalá puedan recuperarse pronto; y sí, todos tenemos que ayudar, cada uno desde su lugar. Sofía V.

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