Si alguna vez volveré a escribir.
sábado, 30 de abril de 2011
Corazón
Si alguna vez volveré a escribir.
martes, 5 de abril de 2011
Amiga mía
No quiero esperar al día del amigo para escribir unas palabras sobre mi amiga. Incluso creo que el día del amigo le queda chico a lo que puede ser un verdadero amigo y, además, me parece que no tiene pito que ver con la amistad el tema del hombre en la luna (?).
No fue nada del otro mundo. Sólo un domingo como cualquier otro pero, en relaidad sí, especial. Porque fue, tal vez, lo más parecido a los domingos de nuestra adolescencia: sin reloj, sin apuro, con nada para hablar y mucho para decir; y siempre listas para reírnos, yo de ella, ella de mí y las dos de las dos.
Desde afuera podía verse, ahora que lo pienso, como el peor programa: improvisado y frustrado. Dimos vueltas por toda la ciudad en auto y cada vez que frenábamos nos cobraban una casi estadía en cada estacionamiento.
Quisimos ir al cine pero, parece que el mismísimo impulso lo sientieron todos los habitantes de Palermo. De todas formas nos quedamos en la cola un rato largo aún cuando oímos por el parlante algo de Las localidades de Cuento chino de las 18.10 se encuentran agotadas. Seguimos en la fila como si nada; porque, aunque una rubia y otra morocha, si hay algo que tenemos en común, es esa fe inquebrantable de creernos capaces de revertir cualquier situación sólo a fuerza de deseo. Podemos ver otra, dijo mi amiga. Pero no aparecía nada que nos guste lo suficiente con el horario adecuado. Esperemos los Bafici mejor. ¿Vamos? Vamos. ¿Adónde?
Y ahí estábamos de nuevo dando vueltas con el auto -sin nafta- por la ciudad buscando un lugar para tomar un buen café. ¿Y si vamos a Clásica y Moderna y de paso la vemos a Ana María Bovo? Creo que está hoy y con descuento. Llamamos pero, no teníamos 2 x 1 con La Nación, ni con Clarín ni con nada; ni tampoco ochenta pesos per capita más otros tantos de estacionamiento.
Me tendría que dar un poco de vergüenza decir que temrinamos en la Esso de Libertador y no sé qué consumiendo la promo de un café con muffin Vauquita, mientras el frío del aire acondicionado nos hacía estornudar por turnos; o fumando un cigarrillo en el escalón del Autoservicio pero, no. Como dije antes, tal vez esa salida fue lo más parecido a un domingo de adolescencia donde no teníamos nada que hacer más que dejar pasar el tiempo y hablar mucho de poco.
El tiempo no pasa para nosotras. Y a veces me pregunto, envuelta en mi propia circunstancia, qué fórmula secreta esconde la amistad, la mejor amistad, para cada vez producir ese mismo efecto: el de la juventud eterna, la risa inagotable y el amor siempre vigente.
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